La exhibición de equilibrio que hace Alejandro Zambra entre sus dos libros de poesía: Bahía inútil (1998) y Mudanza (2003) y sus dos libros de prosa: Bonsái (2006) y La vida privada de los árboles (2007) es sólo aparente. Una sutil tensión genérica persiste en su obra. Su prosa es parca y limpia como un poema y su poesía discurre en el tono cotidiano de la prosa.
La contundencia de su novela “Bonsái” tiene base en su ligereza. Se trata de una historia simple, plena de gestos cotidianos, pero que como obra se despoja de atavíos inútiles en el primer párrafo: “Al final ella muere y él se queda solo, aunque en realidad se había quedado solo varios años antes de la muerte de ella, de Emilia. Pongamos que ella se llama o se llamaba Emilia y que él se llama, se llamaba y se sigue llamando Julio. Julio y Emilia. Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura:…” El fingidor no está interesado en ocultar que es tal y coloca, así, en suspenso el pacto ficcional. Lo seductor de este primer párrafo que sorprende y atrapa al lector es la invitación a la lectura de una novela y de su reverso.
Bonsái, la novela, es una metáfora de un Bonsái, el árbol. Como un árbol en una pequeña bandeja, se desarrolla una historia en un número limitado de páginas. Pero el árbol y la historia -porque ninguno de los dos acontece espontáneamente dentro de estos recipientes- tienden a crecer y extenderse desordenadamente según su naturaleza, he allí donde el escritor-cultivador actúa, podando, alambrando y poniendo pinzas para que el árbol y el libro sean lo que él ha previsto.
Bonsái, la novela, es como el bonsái, el árbol, un objeto-artificio producto de la atenta observación de un proyecto y de la manipulación de su materia con fines precisos. Hasta acá, todo está dentro de lo que sabemos es el oficio del escritor y; sin embargo, hay en la novela la instigación a violar una regla fundamental para el abordaje de un texto narrativo: la “suspensión de la incredulidad”. El narrador deja, intencionadamente, rendijas abiertas en las que se puede descubrir el andamiaje de la construcción de la obra. Estos intersticios parecen decirle al lector que, probablemente, con esta historia conviene seguir siendo incrédulo.
Zambra habla en sus entrevistas de que los escritores son seres anormales que comparten problemas de la misma naturaleza con las palabras. Bonsái es una metáfora, simple, y por simple, hermosa, de la creación poética en sí misma. No soy una lectora aguda, este libro es honesto, hasta la impudicia. Así se revela en el texto: “Cuidar un bonsái es como escribir, piensa Julio. Escribir es como cuidar un bonsái, piensa Julio.”
La segunda novela de Zambra, “La vida privada de los árboles”, se mantiene dentro del juego, como una matrioska se abre y en ella, entre otras cosas, se cuenta la historia de la creación de una novela de muy pocas páginas, que probablemente se llama “Bonsái” y que “es una historia de amor, nada demasiado particular”
Ya lo dijo Antonio Lobo Antunes: «escribir no tiene misterio, lo difícil no es eso, sino corregir, porque no hay profundidad ninguna, sino infinitas superficies».
La contundencia de su novela “Bonsái” tiene base en su ligereza. Se trata de una historia simple, plena de gestos cotidianos, pero que como obra se despoja de atavíos inútiles en el primer párrafo: “Al final ella muere y él se queda solo, aunque en realidad se había quedado solo varios años antes de la muerte de ella, de Emilia. Pongamos que ella se llama o se llamaba Emilia y que él se llama, se llamaba y se sigue llamando Julio. Julio y Emilia. Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura:…” El fingidor no está interesado en ocultar que es tal y coloca, así, en suspenso el pacto ficcional. Lo seductor de este primer párrafo que sorprende y atrapa al lector es la invitación a la lectura de una novela y de su reverso.
Bonsái, la novela, es una metáfora de un Bonsái, el árbol. Como un árbol en una pequeña bandeja, se desarrolla una historia en un número limitado de páginas. Pero el árbol y la historia -porque ninguno de los dos acontece espontáneamente dentro de estos recipientes- tienden a crecer y extenderse desordenadamente según su naturaleza, he allí donde el escritor-cultivador actúa, podando, alambrando y poniendo pinzas para que el árbol y el libro sean lo que él ha previsto.
Bonsái, la novela, es como el bonsái, el árbol, un objeto-artificio producto de la atenta observación de un proyecto y de la manipulación de su materia con fines precisos. Hasta acá, todo está dentro de lo que sabemos es el oficio del escritor y; sin embargo, hay en la novela la instigación a violar una regla fundamental para el abordaje de un texto narrativo: la “suspensión de la incredulidad”. El narrador deja, intencionadamente, rendijas abiertas en las que se puede descubrir el andamiaje de la construcción de la obra. Estos intersticios parecen decirle al lector que, probablemente, con esta historia conviene seguir siendo incrédulo.
Zambra habla en sus entrevistas de que los escritores son seres anormales que comparten problemas de la misma naturaleza con las palabras. Bonsái es una metáfora, simple, y por simple, hermosa, de la creación poética en sí misma. No soy una lectora aguda, este libro es honesto, hasta la impudicia. Así se revela en el texto: “Cuidar un bonsái es como escribir, piensa Julio. Escribir es como cuidar un bonsái, piensa Julio.”
La segunda novela de Zambra, “La vida privada de los árboles”, se mantiene dentro del juego, como una matrioska se abre y en ella, entre otras cosas, se cuenta la historia de la creación de una novela de muy pocas páginas, que probablemente se llama “Bonsái” y que “es una historia de amor, nada demasiado particular”
Ya lo dijo Antonio Lobo Antunes: «escribir no tiene misterio, lo difícil no es eso, sino corregir, porque no hay profundidad ninguna, sino infinitas superficies».
Zambra, Alejandro (2006) Bonsái. Madrid: Anagrama.
-------------------(2007) La vida privadade los árboles. Madrid: Anagrama.
*Esta presentación fue leida (con el privilegio de estar sentada junto al autor) el miércoles 4 de junio en el Aula Magna de la Universidad de Salamanca en el marco del evento "De Huidobro a Bolaño: un siglo de vanguardias chilenas en España"